Luz de verano, y después la noche

Hay libros que leemos y nos gustan, pero que olvidamos rápidamente en un rincón para pasar a otro mucho más novedoso. Por suerte, cuando encuentras uno que te atrapa es inevitable que deje huella. En mi caso anoto citas y las reflexiones que me provocan las lecturas de casi todos mis libros. Me gusta volver a estos cuadernos manuscritos, porque me permiten recuperar estas palabras y valorar, con la distancia, una buena obra que estaba apunto de dejar pasar sin mas. Este no ha sido el caso. Se trata de Luz de verano, y después la noche de Jón Kalman Stefánsson, de la editorial Salamandra. Traducción de Ana Guelbenzu. (Premio Nacional de Literatura de Islandia en 2005). Se publicó el pasado mes de mayo y lo esperaba con ilusión.

Yo, que tuve como banda sonora de mi juventud a memorables grupos musicales islandeses como The Surgarcubes, (el primer grupo de Björk) y posteriormente la banda Sigur Rós, no pude resistirme a la literatura islandesa.

El primer libro que leí de este autor fue La tristeza de los ángeles, uno de los que componen la Trilogía del muchacho. Aún conservo el libro y el cuaderno que me acompañaron durante un viaje en tren, en 2016. Recuerdo que lo compré en una preciosa librería malagueña. Era verano, pero sentía el gélido viento del norte islandés en todo mi cuerpo. Sigo releyendo esas notas y citas… especialmente en las que habla de las palabras y de los silencios y sigo sintiendo lo mismo. Es una de mis novelas favoritas de todos los tiempos.

Me puse nerviosa de la emoción al empezar este libro, sabiendo que era del mismo autor. Lo reservé para leerlo con el tiempo y la atención que merecía, pero lo acabé en pocos días porque desde la introducción ya me cautivó.

Hoy hojeando el cuaderno que acabo de terminar, antes de guardarlo en el cajón, he revisado las notas que tomé durante su lectura y me han encantado sus textos. Creo que es la mejor forma de dar valor a este libro, reproducir literalmente la escritura del autor: Jón Kalman Stefánsson. He decidido poner nombre a cada una de las citas que invitan a reflexionar sobre diversos temas.

El Azar

«Por otra parte ¿alguna vez te has parado a pensar en la cantidad de cosas que dependen del azar? Tal vez toda la vida. Es una idea inquietante, sobre todo porque el azar rara vez tiene sentido, y en tal caso nuestra vida, esta vida que parece extenderse en todas direcciones y a menudo se interrumpe a media frase, no sería más que un vagar sin rumbo. Quizá precisamente por eso queremos contarte historias de nuestro pueblo y los campos de los alrededores…

Hablaremos de cosas banales y cotidianas, pero también de aquellas que sobrepasan nuestro entendimiento, sin duda porque son inexplicables…»

La Casa

«Cuando el Astrónomo la compró, la casa parecía un caballo viejo y torcido, medio ciego y moribundo, pero mandó sustituir las tablas de madera podrida y los cristales resquebrajados de las ventanas -imagina que pudiésemos renovar con la misma facilidad las visiones podridas del mundo y las culturas agonizantes-, luego hizo pintar toda la casa de color negro intenso, salvo por unos puntos blancos… Los puntos representaban sus constelaciones preferidas».

El Estrés

«A Sólrún (la directora de la escuela) le preocupaba el estrés, el mal de nuestra época, desde hacía tiempo: el ritmo frenético, la presión, los hábitos de vida moderna. …el estrés es un estado que se acumula en nuestro interior y hay que dejarlo salir de vez en cuando».

El Invierno

«Aquí, en el fin del mundo, a duras penas se podría vivir si el invierno no fuera tan largo y el cielo tan oscuro».

Lentitud, paciencia, una carta y el tiempo

«Nos hemos acostumbrado a la velocidad: uno aporrea las teclas, pulsa unos botoncitos y en un instante ya han llegado unas cuantas palabras al destinatario. Eso es lo que llamamos rapidez. ¿Para qué enviar entonces una carta por correo? Nos falta paciencia para ese tipo de lentitud, como si uno usara un carruaje pese a tener un coche. No obstante, las palabras en un ordenador tienden a desaparecer, a diluirse, a atrincherarse en programas obsoletos e inaccesibles cuando el ordenador se bloquea, y así nuestros pensamientos y obras se pierden en el limbo. En cien años o por lo menos en mil años, nadie sabrá que hemos existido. Por supuesto debería darnos igual, al fin y al cabo vivimos aquí y ahora y no dentro de cien años, pero un día cae en nuestras manos una carta antigua, y algo sucede en nuestro interior, como si saliera de nosotros un hilo que nos une a través del tiempo«.

La Culpa

«…se nos da de maravilla acumular culpa. Tenemos mala conciencia por no leer lo suficiente, por mantener un contacto demasiado esporádico con nuestros amigos o pasar poco tiempo con nuestros hijos o nuestros mayores. Estamos en constante movimiento en vez de sentarnos a escuchar la lluvia, tomar un café y calentarnos el pecho. Y nunca escribimos una carta de verdad».

Las Cartas

«Sin embargo, los que vivimos aquí, lejos de la carretera nacional 1, sí que nos sentamos cada tanto a escribir una carta y la llevamos a correos. Así le damos una alegría a Ágústa y la hacemos sentir importante, además de que nos invade una sensación muy placentera, como cuando recordamos lo agradable que era sorber el refresco de cola con un tubo de regaliz o cuando vamos al museo local o a visitar a una tía mayor: así mostramos lealtad y benevolencia a nuestro pasado».

El Silencio

«…El Silencio es oro. Aquel que puede quedarse callado, solo consigo mismo, puede descubrir varias cosas, que el silencio penetra en la piel, calma el corazón, acalla el miedo, llena la habitación donde uno se encuentra y toda la casa, pero fuera el tiempo apremia, un esprínter, un coche de fórmula 1, un perro que se persigue la cola y nunca la atrapa. Por desgracia, el silencio es tímido, nunca se queda mucho entre la multitud y se larga rápido».

La Oscuridad

«… por mucho que avance la ciencia, nunca nos desharemos del miedo a la oscuridad, tal vez incluso se haya agudizado, porque el hombre moderno, y con eso me refiero a los que viven en las ciudades, a nosotros no se nos puede considerar modernos, ya no conoce la oscuridad, se ha erradicado con la iluminación desproporcionada, un exceso de luz eléctrica. Los seres humanos ya no saben orientarse de noche, ya no saben cómo moverse a oscuras. Mis amigos del extranjero me han contado infinidad de ejemplos; los niños incluso rompen a llorar a gritos cuando se enfrentan a la oscuridad en medio de la naturaleza. Supongo que algunos no dudan en llamarlo decadencia. Pero este fenómeno nos está afectando también a nosotros: cuando cae la noche no se ve un alma por las calles del pueblo, y hablo con conocimiento de causa, la mayoría estáis anclados frente al televisor, al ordenador, entregados al sexo o sumergidos en agua caliente».

Creo que no tengo mucho más que añadir.

Un libro que recomendé en Instagram el 21 de mayo y que ha pasado por la librería sin pena ni gloria, pero que me niego a dejar relegado al olvido, a que acabe eclipsado por las numerosas novedades que se publican cada semana.

Yo he rescatado este…

¿Tú tienes alguno que rescatar del olvido? Me encantará saber cuál es…

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Texto e imagen original: María Fernández para Crazy Mary Librería.

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